martes, 11 de noviembre de 2008

Historia

La historia

La expansión constante de los griegos por el Mediterráneo, tanto oriental como occidental, llevó a crear colonias en las costas de Asia Menor. Estas colonias estaban en territorios controlados por el Imperio Persa que siempre les concedió un elevado grado de autonomía, pero los colonos helenos siempre quisieron la absoluta libertad, se sublevaron contra el poder imperial y obtuvieron algunas victorias iniciales, pero conocían su inferioridad ante el coloso asiático, por lo que pidieron ayuda a los griegos continentales. Pese a que los espartanos se negaron en un principio, los atenienses sí los apoyaron, dando comienzo a las Guerras Médicas.
El soberano persa Jerjes I se propuso terminar con la sublevación de los griegos asiáticos y conquistar Grecia para cortar definitivamente los apoyos que aquellos recibían.
Ante la llegada de los persas a territorio europeo las reacciones fueron diferentes. Atenas quería detener la invasión como fuese y solicitó ayuda a los espartanos para luchar en la Batalla de Maratón (septiembre del 490 a. C.). Sin embargo, como se ha dicho, el origen del problema residía en las colonias griegas en Asia y Esparta no había fundado ninguna ni tampoco las había ayudado, como se ha indicado, por tanto los lacedemonios no se sentían implicados, tanto es así que a la Batalla de Maratón no acudieron por estar celebrando unos juegos sagrados.
Sin embargo, la situación cambió cuando el Gran Rey de Reyes, como era nombrado por los soberanos persas, se presentó frente a la Hélade con su ejército. En ese momento, y ante la necesidad, se unieron las distintas polis griegas que tradicionalmente se habían enfrentado entre ellas haciendo realidad la frase griega de:
Los hombres podrán cansarse de comer, de beber e incluso de hacer el amor; pero no de hacer la guerra.

La primera batalla se libraría en un lugar llamado valle de las Termópilas, un angosto desfiladero de unos 12 metros de anchura (actualmente más de un kilómetro debido a la erosión).
Allí esperó a los persas un ejército compuesto por 300 hoplitas espartanos (a los que hay que sumar otros 600 ilotas, pues cada espartano llevaba dos siervos a su servicio), 500 de Tegea, otros 500 de Mantinea, 120 de Orcómeno y 1.000 hoplitas del resto de Arcadia: 400 de Corinto, 200 de Fliunte, 80 de Micenas, 700 tespios y 400 tebanos, además de 1.000 focenses y todos los locros. Por tanto, los lacedemonios o espartanos constituían una de las fuerzas más pequeñas, pero debido a su reputación y a ser los únicos soldados profesionales, los demás griegos delegaron en ellos de forma espontánea el mando del contingente.
Según las fuentes clásicas griegas, los soldados persas conformaban un ejército que oscilaba entre los 250.000 y el millón de efectivos, Heródoto incluso lo eleva a varios millones de soldados.
Los datos sobre los efectivos griegos la historiografía actual los considera más o menos realistas y, durante muchos años, la cantidad ofrecida por Heródoto sobre los persas no fue puesta en duda. No obstante, a principios del siglo XX el historiador militar Hans Delbrück calculó que la longitud de las columnas para abastecer a una fuerza de combate millonaria sería tan larga que los últimos carros estarían saliendo de Susa cuando los primeros persas llegaran a las Termopilas. Cálculos actuales, comenta Quesada, sitúan la cifra de persas en unos 200.000 o incluso 250.000, un ejército colosal para los medios logísticos de la época.
Se observa la desproporción de las fuerzas enfrentadas; pero lo estrecho del paso anulaba la diferencia numérica y la formación de falange de los helenos les concedía cierta ventaja sobre los persas, equipados con una panoplia mucho más ligera y por tanto menos protectora, además sus largas dory (lanzas de falange, pero no tan largas como las sarisas) podrían ensartar a los enemigos antes incluso de que estos pudieran tocarlos; así había sucedido en la pequeña confrontación de la Batalla de Maratón.Por tanto inicialmente la lucha no tenía por qué ser suicida.
Heródoto de Halicarnaso indica que el más valiente de los griegos fue el espartano Dienekes, pues antes de entablarse el combate dijo a los suyos que le habían dado buenas noticias, que le habían dicho que los arqueros de los persas eran tantos que «sus flechas cubrían el sol» y «volvían el día en noche» (ὡς ἐπεάν ὁι βάρβαροι ἀπιέωσι τὰ τοξεύματα τὸν ἥλιον ὑπό τοῦ πλήθεος τῶν οῒστών ἀποκρύπτουσι "que cuando los bárbaros disparan sus arcos, ocultan el sol bajo la cantidad de sus flechas") y que de este modo, si los persas les tapaban el sol, en lugar de tener que combatir bajo él, podrían luchar a la sombra (εἰ ἀποκρυπτόντων τὣν Μήδων τὸν ἥλιον ὑπό σκιή ἔσοιτο πρὸς αυτούς ἡ μάχη καὶ οὐκ ἐν ἡλίω) ([5] ). Dienekes, y los espartanos en general, consideraban el arco como un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
Se dice que Jerjes, al toparse con los soldados griegos, pese a la advertencia de Demarato consideró inverosímil que un ejército griego tan pequeño fuese a plantar cara al suyo (Her. VII, 209). Pasaron cuatro días y Jerjes, impaciente, envió un emisario exigiendo a los griegos que entregasen sus armas inmediatamente para no ser aniquilados. Leónidas respondió: «Ven a buscarlas tú mismo» (Μολών Λαβέ) (literalmente "ven y cógelas"). Así dio comienzo la batalla.

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